Por Florencia González Pla
De niña, Paula era el objeto vigilado y controlado por su madre; y ahora, devenida madre, es ella quien cuida celosamente de su propia madre como objeto.
El noveno episodio de la serie PS! realizada por HBO lleva como título “La vida en mis manos”. Se inicia con la toma de exteriores de una casa residencial de Sao Paulo, frente a la que se encuentra estacionada una ambulancia. En el interior, el médico conversa con tres personas jóvenes, dos hombres y una mujer. Al fondo, se ve una cama de hospital con una anciana que reposa con los ojos cerrados. Rápidamente advertimos que se trata de una familia que atraviesa una situación dolorosa. La madre, postrada en el lecho está en la etapa terminal de un cáncer y los hijos discuten con el médico acerca de cómo proceder ante el fin, que resulta inminente. Los dos varones se inclinan por una sedación terminal con el argumento de que lo que su madre está viviendo no es verdaderamente vida. La mujer, en cambio, se niega a tomar cualquier iniciativa en esa dirección, considerándola una crueldad.
¿Qué nos dice el autor con esta escena inicial? Que en la entrada situacional la decisión sobre el fin de la vida se presenta siempre atravesada por una lógica bivalente. Se trata de una situación conocida y relativamente anticipable por la que atraviesan muchas familias. Estamos ante un dilema, es decir un problema que tiene dos soluciones posibles, lo cual se expresa en las “posiciones” de los hermanos frente al destino de una madre agonizante. Pero lo interesante de la propuesta del episodio es que la situación está allí justamente para ser destituida. No se trata de confirmarla, reforzando los argumentos a favor o en contra sino de generar condiciones analíticas para pensar la situación misma.
En una segunda escena, suena el teléfono en el consultorio del psicoanalista Marco Antonini, quien es convocado por estos hermanos para una consulta familiar. En la entrevista se profundiza la discrepancia manifestada previamente. Paula, que está en una etapa avanzada de su embarazo, insiste en mantener a su madre con vida, ofreciendo incluso alojarla en su casa para cuidarla junto al bebé que nacerá pronto. Los hermanos varones insisten a su vez en poner fin a esa agonía. La situación parece repetir la escena inicial con el médico, con la familia dividida frente a la decisión. Pero cuando finaliza la entrevista Paula acompaña al analista hasta la puerta y antes de despedirse Antonini le pregunta si no le parece que deben volver a conversar sin la presencia de los hermanos. Inmediatamente Paula pregunta si considera que sus argumentos no son válidos, el analista contesta que le parece extraño que estando su embarazo tan avanzado quiera cuidar al mismo tiempo de su madre y del bebé. Frente a esta intervención, ella acepta un próximo encuentro.
En la primera escena en que los tres hermanos están reunidos con el médico debatiendo sobre la decisión “correcta”, uno de ellos sugiere dejar de alimentarla, mientras que el otro hermano aclara que estaría sedada, que no sentirá nada. En ambos casos la hermana se niega a dar curso a sus propuestas, preguntándoles si sus conciencias les permitirían dormir…Como vemos los hermanos proponen dar fin al sufrimiento mediante lo que se podría considerar eutanasia pasiva y activa respectivamente, mientras que la hermana desacredita ambas posturas insistiendo en mantenerla con vida todo lo posible.
Las dos escenas, ante el médico y ante el analista, giran aparentemente sobre la misma decisión. Pero su tratamiento circula por carriles diferentes. En la primera vemos a los hermanos dirigirse al médico para saber si su madre podrá tener una vida digna –si escucha lo que le dicen, si sufre–interrogantes que el médico responde por sí o por no, expresando compasión desde su saber. En la segunda en cambio, ocurre algo diferente. Luego de que cada hermano expone sus argumentos, uno de ellos interroga al analista para saber si él está de acuerdo. Antonini contesta que no está allí para convencer a nadie de cambiar de opinión. Les dice que se trata de una decisión que tendrán que tomar entre los tres, sustrayéndose así de tomar partido. ¿Qué nos está queriendo mostrar el personaje? Que no se trata de lo que el analista piense o sepa al respecto, en términos de lo que sería correcto o incorrecto, sino de generar las condiciones de posibilidad para que otra cosa allí suceda.
¿Cómo ingresa en este contexto la noción de “muerte digna?” La expresión muerte digna se refiere al derecho a no prolongar la vida de un paciente que se encuentra en la fase final de una enfermedad terminal, limitando los esfuerzos médicos y terapéuticos que pudieran dilatar el inevitable desenlace.
En la escena siguiente, Paula está frente a su madre acompañando a la mujer que la higieniza, cuando súbitamente rompe bolsa y debe salir urgida al hospital, auxiliada por la enfermera… Hay un corte, y cuando finalmente el terapeuta acude a la entrevista, el bebé ya ha nacido. Nuevamente vemos a Paula pidiendo asistencia a la enfermera para que se lleve a su hijo mientras ellos conversan. Frente al llanto que se escucha en la casa, decide comenzar la sesión en el jardín. Paula retoma el tema de la charla con sus hermanos. Dice que ellos no entienden por qué quiere mantener con vida a su madre. Antonini pregunta si ella entiende por qué lo hace, a lo que Paula responde que hace lo que toda hija haría. Quiere que viva todo lo que pueda…
Aparece una primera cuestión donde Paula diferencia entre “ser hija” y “ser hijo”; afirma que con ella su madre era más controladora que con sus hermanos. Comienza entonces a hablar de la ambivalente relación madre-hija. De chica solía escaparse de su casa para encontrarse con un noviecito, gracias a la complicidad de la criada. Al volver, la madre acostumbraba olerla para saber si fumaba o tomaba. También leía sus diarios íntimos y así la tenía controlada. Además la obligaba a contarle todo. Antonini pregunta si ella la obedecía y Paula responde que le mentía porque se sentía intimidada. En cambio con su padre no podía hacerlo. Con su madre “era una locura”, tenía sentimientos encontrados por haberle mentido y por haberse divertido. Contradicción que la sorprende dejando entrever que algo de eso le pertenece. A continuación recuerda la anécdota en que la madre le leyó sus diarios íntimos. Entonces Antonini redobla la apuesta respondiendo que ahora es ella quien controla a su madre. Más sorprendida todavía Paula le responde –y se pregunta– ¿Le parece…? Otra vez el llanto del bebé que ahora anuncia el corte de la sesión.
En este contexto, ¿qué movimientos introduce el analista a partir de sus intervenciones? Diremos que en una primera intervención, aquella en la que responde que él no está allí para convencer a nadie, da lugar a que surja alguna pregunta, alguna grieta que ponga en jaque la completud del universo de posibilidades de Paula. Luego, durante la sesión, se produce otro movimiento, algo del relato infantil se le vuelve ominoso. De niña, Paula era el objeto vigilado y controlado por su madre; y ahora, devenida madre, es ella quien cuida celosamente de su propia madre como objeto. Inversión de lugares en donde lo que se juega es lo idéntico de la duplicidad. Tensión agresiva entre la imaginen especular y el cuerpo real, en donde lo especular aún no está dispuesto a ceder, pero comienza a traslucirse bajo los galas narcisistas de la venganza…
Una escena más viene a reforzar esta hipótesis clínica. Se trata del momento en que Paula decide maquillar a su madre. Se encuentran en la habitación Paula, su madre y su bebé, quien oficiará de “interlocutor”. Paula le dice a su madre que alguien vino a visitarla, mientras le presenta a su abuela el bebé que lleva en brazos. Al verla agotada y pálida se le ocurre que sería oportuno maquillarla. Mientras comienza a hacerlo le dice que quiere verla saludable y bonita, que le trajo los maquillajes que tanto le gustaban, y que la va dejar hecha una belleza. Interrumpe la escena la criada, para avisarle que ha llegado el doctor Carlo. La enfermera, sorprendida por el aspecto de la anciana le pregunta a Paula qué le ha sucedido… La toma concluye con una elocuente escena duplicada. Paula le cambia los pañales al bebé mientras le pide a la criada que le cambie los pañales a la madre. Entretanto, Antonini espera fuera de la habitación en silencio.
Una última escena. Carlo recibe un llamado telefónico de Paula y acuerdan una entrevista al día siguiente. Se produce entonces un movimiento que obliga a Paula a volver sobre sus pasos y responder por su propia separación. Decide que ya no quiere mantener a su madre de esa manera, que es demasiado cruel. Recuerda la última sesión y le dice a Carlo que tiene razón, que se está vengando de su madre al controlar su vida. Él le pregunta de qué manera lo está haciendo.
Aquello que en los encuentros a solas con el analista se presentaba como una posición “vengativa” de Paula, del orden de lo especular, en la salida situacional emerge como un verdadero movimiento subjetivo. Ya no se trata de lo que toda hija haría por una madre, sino de lo que ella pueda hacer con la muerte de su madre. Punto ineludible en el que nuevamente el sujeto se desvanece por la torsión que significa una nueva separación. Ahora ya no causando al sujeto, sino asumiendo su propia castración. Momento en el que ni la última trinchera, la belleza, puede velar lo real.
Florencia González Pla – Docente Cátedra Psicología Ética y Derechos Humanos I de la Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires, Argentina