Por Juan Jorge Michel Fariña
La vida eterna resultaría insoportable
PSI Está ambientada en la imponente ciudad de Sao Paulo y la presentación de la serie saca provecho de ese paisaje profundamente urbano. El personaje protagónico, Carlo Antonini, psiquiatra, psicólogo y psicoanalista, camina por las calles y a su alrededor los edificios, puentes, subetrráneos y avenidas aparecen vistos desde tomas prodigiosas que nos recuerdan las creaciones fantásticas de Inception, el film de Chrisopher Nolan.
Mientras los créditos de la serie se van desplegando como marquesinas que acompañan la arquitectura, Carlo es asediado por sus fantasmas. Una gigantografía de su hija aparece en el marco de una ventana, una colega que filtrea en una esquina se saca la máscara ante él, la novia de su hijo lo mira exhibida entre cuchillos en el escaparate de una tienda cara, mientras otros pacientes en riesgo hacen equilibrio en las alturas, sobre su cabeza como imprevista red.
Estamos ante un espectáculo creado y dirigido por Contado Calligaris, el filósofo y psicoanalista italiano formado en los seminarios de Jacques Lacan luego de haber publicado su tesis de doctorado sobre la seducción totalitaria y la pasión del sujeto por la instrumentalización.
Calligaris está radicado desde hace veinticinco años en Brasil, y en PS! se refleja el crisol de experiencias que rodearon su vida, ahora proyectadas en la ficción del psicoanalista Carlo Antonini. Una carta escrita y leída en italiano, referencias a Albert Camus y Jacques Lacan, un maravilloso homenaje al Hitchcock de “La ventana indiscreta”, todo ello armonizado con el rico folklore brasileño, que tiñe los tratamientos del culto a la vida y la muerte en la intensidad paulista.
La serie tiene, ante todo, las marcas del pensamiento: una dirección con ribetes cinematográficos, rodada en episodios de una hora, que nos acercan más al cine que al formato televisivo. Pero sobre todo una fotografía exquisita y una cámara que entra y sale del consultorio, sugiriendo una extimidad en la que alojar la narrativa de los pacientes. La propia ventana, a través de la cual el psicoanalista avizora una mejor biblioteca que la suya, oficia de metáfora para este interior-exterior que organiza su escucha.
Así, las interpretaciones, cuando llegan son siempre en acto. Una niña diagnosticada como autista que encuentra su demanda de análisis en un imprevisto malabarismo de su madre. O una adolescente automutilada que puede hacer, transferencia mediante, un corte diferente con la figura de su padre. O el ejemplo sublime, el anciano que no puede hacer el duelo por su esposa muerta y en cambio reclama a su terapeuta que oficie de médium para seguir en contacto con ella. ¿Qué debería hacer el analista frente a esta demanda bizarra?
Sin necesitar explicitarlo, será por la vía de “Lo perecedero”, de Sigmund Freud, que Carlo Antonini arribe a una respuesta, cuando le deslice a su amigo sepulturero la frase que titula este artículo: “la vida eterna resultaría insoportable”. El otro, acostumbrado a lidiar con la muerte, dirá simplemente: entonces estoy de acuerdo con Lacan.
Juan Jorge Michel Fariña é Professor Titular da Cátedra de Psicología Ética e Direitos Humanos da Faculdade de Psicología, Universidade de Buenos Aires