Por Juan Jorge Michel Fariña
A inicios de la década del 20 del siglo pasado, el antropólogo Edward Sapir, estudiando las lenguas amerindias, llegó a la conclusión de que el lenguaje determina el pensamiento, de manera que cada lengua lleva aparejada una forma de concebir el mundo. Su idea fue desarrollada durante los años 40 por su discípulo Benjamin Whorf, y finalmente se convirtió en la hipótesis de Sapir-Whorf.
Como se sabe, Arrival, está basada en la novela corta de Ted Chiang “La historia de tu vida”, la cual se sostiene a su vez en dicha hipótesis: existe una correlación entre el lenguaje que una persona habla y la forma en que piensa. Así, se supone que conforme la Dra. Louise Banks va descifrando el lenguaje de los alienígenas, su manera de percibir la realidad también va cambiando. [1]
No es un mal comienzo. Pero ocurre que para pensar el film de Villeneuve, la primera condición es estar dispuestos a subvertir esta hipótesis. Ante todo, porque basta comparar el film con la novela en la que se inspira, para advertir que la literatura y el cine no hablan la misma lengua. También el cineasta crea su propio lenguaje al realizar una película. Y querer comprenderla a partir de los códigos argumentativos del relato no resulta conducente.
Por lo mismo, tampoco prosperan los primeros intentos de los científicos para comunicarse con los visitantes extraterrestres. Los “heptópodos”, como se los bautiza escolarmente en razón de sus siete tentáculos, no responden a los parámetros esperados: no parecen guerreros ni tampoco turistas. Llegaron en una docena de naves que simplemente permanecen suspendidas en el aire sin un propósito aparente.
El desconcierto se explica porque en realidad se presentan como oráculos, como analistas. De allí que se les asigne un supuesto saber sobre casi todo. Como no se muestran curiosos, se hacen objeto de las proyecciones paranoides más disparatadas. Eso es lo que justifica, entre paréntesis, la caricatura de militares y gobernantes belicistas a ultranza: son los fantasmas de la época.
Los visitantes son lacónicos: ofrecen palabras oscuras y signos enigmáticos. Se trata de descifrarlos. Pero no precisamente desde la lingüística. Al principio se toma su grafía por ideogramas, sinogramas, luego se los considera logogramas, y finalmente semagramas… pero no existe término posible porque el lenguaje, como el tiempo, han sido definitivamente subvertidos.
De a poco, los científicos se permiten entrar en transferencia. Ella se desnuda ante los desconocidos, se quita la coraza y se permite abrir un diálogo interior con su duelo no sabido. Allí acontece la primera subversión del tiempo. En un tiempo no lineal, se dice, no existen el presente, el pasado y el futuro tal como los conocemos. Pero tampoco en un análisis el tiempo es lineal. Es interesante que en la ficción del film, pasado, presente y futuro se enlazan a la manera de un nudo borromeo. Su estructura no es circular (aunque lo parezca, la película no termina como comienza). [2]
Así, el espectador, que también se encuentra en posición de analizante, asiste a un pasado que en verdad es futuro, recreando, a posteriori, un presente que a su vez fue y será. Los flashback parecen revelarse como flash-forward, pero ese también es un espejismo…
La memoria es una cosa rara, no funciona como yo creía, dice la protagonista. Se trata de la inscripción del duelo. Me-moría (juego de palabras que nos ha transmitido Teo Lecman): el hilo de la memoria se tensa entre dos puntos: el nacimiento y la muerte, lo interior y lo exterior al cuerpo. Solo cuando la lingüista deviene analizante puede comenzar a ordenar, a posteriori, el puzzle (anticipado) de su pérdida. Reordenar los tiempos, re-anudar su vida.
Lacan dijo que la lingüística es una metáfora fabricada a propósito para no avanzar. Y es en este sentido que la esgrima de la ciencia (no olvidemos que el partenaire es un matemático) se pone al servicio de la resistencia. Pero, análisis mediante, las preguntas se invierten. ¿De dónde vienen? ¿Qué quieren de nosotros? Dirigidas inicialmente a los alienígenas, terminan en el ¿Qué deseas? que Louise recibe en forma invertida. Recién allí descubrirá cuál es el “gift” que la experiencia le ofrece.
¿Podrá entonces hacer algo diferente con la memoria por venir de un marido y de una hija?
[1] De hecho, “Sapir-Wohrf” es el título de uno de los temas musicales que integran la banda sonora de la película. Compuesta por Jóhan Jóhannsson, contribuye decisivamente al clima del film, como se lo puede apreciar en esta breve ilustración https://www.youtube.com/watch?v=JB5eSe3zNg0
[2] Al inicio Louise se engaña al creer en la simetría de su historia, y por ello insiste en nombrar a su hija con el palíndromo Hannah. Pero el giro final, que no adelantaremos aquí, introduce la diferencia.
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